Se
encuentra al lado del rio Júcar junto al puente de San Antón, es por
ello que los conquenses la denominamos a veces iglesia de San Antón,
pues el grupo de casas que al lado existe es el barrio del mismo nombre.
Fue erigida en el siglo XVI siendo mas tarde restaurada en el s. XVIII por Martin de Aldehuela.
La
iglesia se alza sobre un solar perfectamente regular, ventaja de la que
no siempre pudo disfrutar Aldehuela en muchas de sus obras; es de una
sola nave cubierta con bóveda de medio cañón con arcos fajones y
lunetos, unos ciegos y otros que alojan ventanas en su interior, y
crucero, poco acusado al exterior, con cúpula elíptica sobre pechinas,
sistema muy utilizado por el maestro en otras iglesias de la ciudad (San
Felipe, Hospital de Santiago,etc); en la cabecera, un profundo
presbiterio que en su primer tramo se decora con estucos que, imitando
mármol, representan la Anunciación y la Visitación de la Virgen,
enmarcados ambos por cuatro magníficas columnas, y al fondo se prolonga
en un espacio tan típicamente barroco como es el camarín que acoge el
baldaquino en donde se aloja la imagen y patrona de Cuenca la Virgen de
la Luz.
A
los pies del templo, y sobre los canceles, se sostiene un coro que con
las dos torres que a ambos lados se sitúan amplían la planta,
alineándose prácticamente en su fachada meridional, este espacio con los
muros del crucero; los remates de estas torres son junto con la airosa
linterna que se levanta sobre el cimborrio, los únicos elementos que
rompen la rígida estructura exterior del mismo.
En
el interior del templo destaca la profusión de columnas y pilastras,
algunas compuestas, rematadas por ricos y dorados capiteles que alternan
con las profundas hornacinas y pequeños nichos, que se alojan entre
estas, y soportan las cubiertas. También, al igual que en otras obras de
este arquitecto, utiliza, además del coro a los pies del templo,
balcones y tribunas en los siguientes tramos hasta el crucero, estas
últimas cerradas con celosías.
En el aspecto decorativo el resultado logrado por el juego espacial,
estudiada iluminación y elementos ornamentales se muestra magnifico. Así
en su planteamiento espacial, el eje longitudinal (este-oeste) resulta
predominante y a él se subordina el brazo del crucero que refuerza esa
predominancia con una vistosa articulación de los muros que dirigen la
atención del visitante hacia el presbiterio donde culmina en el camarín o
baldaquino, elemento muy característico de su arquitectura.
En esta escenografía la luz adquiere protagonismo cuando penetra a través de los lunetos de la bóveda, de las ventanas que se abren en el crucero (el del brazo norte tapiado), entre los nervios de la cúpula, en el tambor de la linterna y en la cabecera donde la imagen de la Virgen se ilumina mediante un óculo que abierto en el ábside, simétrico a otro cegado en el muro de la fachada, deja penetrar la luz en una solución inspirada en Ventura Rodríguez y ya ensayada en el transparente de San Julian en la catedral de Cuenca.
Dentro de su austero aspecto externo alberga un interior profusamente decorado en estilo rococó. Preciosa es la decoración de su cúpula, a la cual pertenece la fotografía de la izquierda.
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